jueves, 27 de octubre de 2016

Ahora me toca a mí

Si para mí fue importante no me quiero imaginar para ella. 

Ayer tuve una experiencia, un instante, apenas medio minuto, que ni siquiera sé cómo describir. Trabajo en una academia de inglés, dos horas al día. En el cambio de hora, dejamos a los niños con sus padres y entran los siguientes. Un cambio de turno que apenas dura 5 minutos para todos los grupos. Salgo a la puerta, como cada miércoles, con mi grupo de cuatro niños de 3 años, cuando voy por la segunda niña levanto la vista, y una cara muy familiar me saluda. En ese momento me bloqueo, salen los otros dos niños y yo tengo que irme con mi siguiente grupo, no puedo salir y saludar. Antes de que me vaya, nos sonreímos, y me dice:

— Ya eres profe, ¿eh?

Os parecerá una tontería, algo insignificante, pero, la persona que me decía esto, era la que una vez fue mi profesora. 

No fue solo lo que yo sentí en ese momento, fue más, fue algo mucho más allá. Fue lo que imagino que ella sintió, y fue el deseo de sentir lo mismo algún día. 

Yo sentí una gran satisfacción al darme cuenta que, de hecho, es verdad, soy profe, y he llegado donde quería. También me sentí orgullosa al poder demostrárselo a ella, y que viera que sí, que lo logré. Orgullosa de mí misma al darme cuenta de que ahora es ella la que confía en mí, la que pone en mis manos el futuro de su hija, la que me dio mi futuro para que yo ahora se lo dé a otros.

Esto es lo que sé que yo sentí, pero, ¿y ella? Algún día me gustaría estar en su lugar, ver a uno de mis alumnos llegar donde se propuso. Sentir que de todos los años que ese niño o niña pasó estudiando, diciendo lo que quería ser de mayor, luchando por ello, de todo ese tiempo, una parte fue mía. Una parte, puede que insignificante o puede que crucial, pero una parte será mía, será mi granito de arena en esa persona.

Puede que para muchos no signifique nada lo que estoy diciendo, puede que penséis que es un poco exagerado... puede que tengáis razón. Pero, de todos modos, os deseo que alguna vez pase por vuestra existencia este exgerado sentimiento. 


viernes, 21 de octubre de 2016

El tiempo todo lo(cura)


Qué relativo y a la vez que necesario el tiempo. Para bien y para mal, pasan los segundos, minutos y horas y cuando te das cuenta se han convertido en días, semanas, meses e incluso años. A veces ha pasado tanto tiempo que ni te acuerdas del principio, de cómo empezó todo. Sin embargo, hay recuerdos y momentos en nuestra mente que no tienen fecha de caducidad, que no importa el tiempo que pase que van a estar ahí y los vas a revivir una y otra vez como si hubieran ocurrido ayer mismo. Luego te das cuenta que no, que ha llovido mucho después de ese instante que viviste hace años, pero no importa, el tiempo es relativo.

"Ahora", eso es lo que importa, el presente es lo que estás viviendo, y aunque los recuerdos te persigan y asalten tu mente de vez en cuando, carpe diem, o eso es lo que dicen. El tiempo empieza a contar desde ya, desde que, de repente, alguien te dice que necesita tiempo, que le cuesta estar contigo, que ya nada es lo mismo. Vaya, otra habilidad asombrosa del tiempo, cambiar radicalmente sentimientos de años en cuestión de minutos. 

¿Y ahora? Ahora toca esperar, como casi siempre que algo tiene que ver con el tiempo, implica espera, implica paciencia, implica comprensión, respeto y ese amor forjado a base de acumular horas y días. El tiempo que tiene que pasar trae consigo esperanza, pero también trae consigo latigazos de realidad: briznas verdes de que todo pasará y golpes de saber que nada será igual; caricias de imágenes en las que los dos volvéis a sonreír y dolor de pensar en la última expresión que viste reflejada en sus ojos.

Si hay algo que sabemos a ciencia cierta, es que los sentimientos, como la energía, ni se crean ni se destruyen, solo se transforman. Puede que el tiempo sea capaz de cambiar lo que sentimos, pero igual que no puede crearlo, nunca será capaz de eliminarlo.

La persistencia de la memoria (Salvador Dalí)