sábado, 19 de septiembre de 2015

¿Algo peor?

No hay nada peor que una persona a la que quieres te abandone… ¿o sí? Pensaba que esto era lo peor que puede pasar, pero me equivocaba. Antes de eso hay mucho tiempo cuando lo pasas peor, cuando lo ves venir. Cuando ves que esa persona, aun estando a gusto a tu lado, aun haciendo lo imposible, se quiere ir, quiere apartarse, quizá no sea para siempre (o eso esperas) pero por el momento cree que debe alejarse, cree que estará mejor sin ti. Ese sentimiento es realmente malo, ese sentimiento de impotencia porque hagas lo que hagas o digas lo que digas su decisión está tomada. Esa situación es realmente horrible. ¿Algo peor que ese sentimiento de impotencia? Sí, hay más, cuando esa persona te lo dice. Es peor cuando esa persona te advierte, te dice que está haciendo cambios en su vida, que no te sientas mal si tú eres uno de ellos, que no pasa nada si un día ya no habláis, que no te sientas mal si dejáis de tener esa relación actual durante un tiempo, que ella siempre estará aquí para ti. ¿Algo peor que encima te avisen de que te van abandonar y no puedes hacer nada por remediarlo? Es ese tiempo de espera, ese tiempo en el que no sabes cuándo ocurrirá lo inevitable, cuándo será el momento en el que decida dejarte pasar de largo por su vida. No olvida, eso te dice, y te lo repite, que siempre estará para ti y que nunca te olvidará. ¿Hay algo peor? ¿Incluso peor que ese tiempo de espera? En mi opinión sí, y hasta aquí no se me ocurre nada peor que tus sentimientos hacia esa persona. La quieres, es de verdad alguien importante para ti, es de verdad alguien en quien te apoyas, y te odias a ti mismo sólo de pensar que esos sentimientos podrían cambiar. Ella dice que estará para ti, que nunca olvida, pero tú no crees que puedas apoyarte en alguien que tomó la decisión de hacer cambios en su vida, y que uno de esos cambios fueras tú. No podrás apoyarte en alguien con quien hace tiempo no hablas, alguien que no se apoyó en ti no merece soportar tu carga, la carga de que tú te apoyes en ella. Y lo peor son esos sentimientos que sabes que desaparecerán, esas buenas sensaciones hacia esa persona. Empiezas a odiar esa persona por hacerte odiarla y a ti porque lo consiga, y todo esto antes incluso de que te abandone, pero es que te ha avisado de que en algún momento pasará, que lo vuestro no es para siempre, que es una relación efímera, que acabará, que durará un tiempo pero no para siempre, y que tomará decisiones que cambiarán cosas en su vida.


Y ahí estás tú, negándote a predecir el futuro, con lágrimas en los ojos como si ese momento ya hubiera llegado, pero te das cuenta de que no, que ese momento aún no está aquí, y que por mucho que esa persona se empeñe en que la odies, tus sentimientos son más fuertes, no pretendes que nada dure eternamente, pero te niegas a ponerle fecha de caducidad. Así que coges fuerzas y le plantas cara: si vas a querer echarme de tu vida, vas a tener que ponerle ganas, no voy a irme así como así.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Porque lo pequeño es lo más grande

No importa dónde está el final. No importa la meta, lejos, cerca, son conceptos que no sirven de nada.
Puedes estar a miles de kilómetros de una persona y sin embargo sentirla durmiendo a tu lado. Sin embargo, puedes sentir a quien duerme a tu lado como a un desconocido viviendo en París. Conceptos subjetivos que no importan nada. Es el camino lo que nos debe importar, la vida no es una carrera, no gana el que antes llega a la meta, sino el que más feliz ha sido por el camino.
A todos nos gustaría ganar ese trofeo y por eso son las cosas pequeñas las que importan. Los besos de buenas noches, las sonrisas de buenos días, los abrazos con lágrimas, las lágrimas en soledad, los amigos que van y vienen, los que siempre se quedan, los churros a la vuelta de fiesta, la música en el coche, el locutor de radio de todos los días, los consejos de tu madre, las lecciones de tu padre, las peleas con tu hermano, los lametones de un perro, el azúcar que se cae, el café de por las tardes, el periódico de los domingos, las fotos inesperadas, los sustos, la adrenalina del primer beso, la tristeza de dar el último, las fotos que no quieren ser tomadas, esa canción que te recuerda a ese alguien especial, esa persona desconocida que te cede su asiento en el tren, ese conductor de autobús que te espera después de correr detrás, un abrazo cuando más lo necesitas, un adiós en el peor momento, pasar la última página de un libro, leer una revista en el baño, que se te caiga la pasta de dientes, empezar un libro, llorar con una película, reír hasta que te duela el estómago... y así podriamos seguir.
Porque los pequeños detalles que hacen que la vida merezca la pena
son infinitos
si nosotros deseamos que lo sean.


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