domingo, 26 de octubre de 2014

Una sonrisa vale más que mil palabras

No sé por qué quiero escribir, no sé por qué necesito escribir, a veces parece que escribiendo las cosas se hacen realidad, parece que si plasmas tus deseos en un papel o en la pantalla de un ordenador alguien los va a leer y va hacer que se cumplan. Otras veces no son deseos lo que plasmas, otras veces simplemente no te crees lo que sientes, y parece que si lo escribes se hace realidad, parece que si transformas los sentimientos en palabras es que son verdaderos, es que de verdad los sientes. 

Y es que lo complicado es eso; transformar los sentimientos en palabras. Eso es lo realmente difícil, porque, ¿cómo describo esa sonrisa estúpida que se me dibuja sola en la cara cuando me dices lo guapa que estoy? Cómo ser capaz de expresar con palabras el sentimiento que recorre todo mi cuerpo cuando me susurras al oído, cómo explicar con simples caracteres el vuelco que me da el corazón al saber que son tus brazos los que me rodean la cintura en un abrazo sorpresa. 

Cómo puedo hacer entender que las lágrimas que recorren mis mejillas cuando escribo esto son lágrimas de pura felicidad, cómo puedo yo demostrar que llorar no siempre es malo, que llorar me desahoga, que llorar de amor, de felicidad, es un sentimiento tan placentero como el del beso más deseado. Cómo puedo yo explicarte que mi amor por ti sobrepasa cualquier límite ahora mismo, cómo puedo expresar mi amor con un simple verbo. 

Y es que a lo mejor el problema es que no existen palabras para tales sentimientos, no existe suficiente conocimiento humano para que esta sonrisa y estas lágrimas se conviertan en palabras, porque simplemente una sonrisa vale más que mil palabras.