Sábado por la noche. Le vas a ver. Te apetece que te vea especial. Te apetece que sus primeras palabras sean qué guapa estás. Te cepillas el pelo. Hoy vamos a alisarlo, así te verá diferente. Te pintas los ojos: la raya, un poco de rímel y algo de sombra, pero no demasiada, no le gustan las chicas muy maquilladas. Mierda, un grano adolescente, intentas taparlo con algo de maquillaje, pero en realidad no te gusta echarte este maquillaje, y seguro que a él tampoco, te lo quitas. Sí, se ve el granito, lo siento, tienes 18 años y estas cosas pasan. Continuas la labor de belleza. Toca vestirse: medias negras con lunares, jersey con cuello de pico color marrón clarito, es nuevo, aunque probablemente no se dé cuenta, no importa, sigues con una falda vaquera de volantes, muy mona, tu favorita, y a él le gustan las faldas. Y lo último, con lo que sabes que acertarás: unas botas altas negras de cuero y con un poco de tacón. Un bolsito pequeño a conjunto con las botas en el que no cabe más que el móvil, la cartera y las llaves, suficiente. El pelo liso cae sobre tus hombros y demasiado pegado a la cara, no te gusta llevar el pelo en la cara, esta diadema negra con un pequeño lazo es perfecta. Por último, el abrigo, estamos en Noviembre, hay que abrigarse. Uno azul marino que te parece de vestir.
Ya estás preciosa, y perfecta para causar impresión, Incluso estás nerviosa, aunque solo hace una semana que no lo ves. Un WhatsApp, un mensaje suyo que te avisa de que viene, sales a la puerta de tu casa, y en menos de 2 minutos estás montada en su coche, a su lado, recibiendo un pequeño beso en los labios.