Estás deseando que llegue este momento, el momento en el que
te montas en el tren, te sientas y ya solo estáis tú y él, nada más. Te
sumerges en sus palabras y no puedes concentrarte en otra cosa que no sea la
historia que te está contando. Pierdes la noción del tiempo y te mueves de
manera totalmente automática. Por pura rutina tu cuerpo sabe qué tren ha de
coger o dónde ha de bajarse, pero tu mente está mucho más lejos, está pensando
en esa historia suspendida por el transbordo de la estación. Y cuando vuelves a
sentarte la historia se retoma, todavía tienes tiempo para seguir disfrutando
de sus palabras. Tienes esa sensación de estar sola en el mundo, de no saber en
qué día vives o dónde estás, no sabes qué hora es, ni si es por la mañana o por
la tarde, tienes que pararte a pensar un momento para poder situar tu vida ese
instante porque sus palabras hacen que te alejes de la realidad completamente. Te
das cuenta de que solo queda una estación para despedirte de él, de su
interesante historia y de la magia que transmite.
Entonces llega el momento menos deseado, megafonía anuncia la parada, y no tienes más
remedio que cerrar el libro y continuar con la vida real.
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