Hoy en día la televisión ocupa una parte sustancialmente importante en la vida cotidiana y social de las personas. Desgraciadamente, todos pasamos demasiado tiempo en compañía de este aparato.
Nos levantamos por la mañana y vemos el telediario mientras desayunamos sin apenas saborear lo que comemos, pasamos todo el día fuera de casa estudiando o trabajando, volvemos y vemos alguna serie estúpida durante la comida, por la tarde algún programa donde observamos a gente gritándose unos a otros, y alguna otra serie policíaca con violencia y asesinatos antes de dormir. Si hay suerte y quedamos con algún amigo, probablemente vayamos al cine o veamos una película en casa, y el comentario al terminarla será toda la relación que tengamos con otras personas.
Debemos abandonar por un momento esa caja mágica que nos absorbe la vida y sustituye nuestras experiencias por experiencias virtuales. Salir a la calle, sentir cómo nos moja la lluvia o acariciar la hierba de un parque debería ser siempre real. No deberíamos ver esa preciosa velada romántica a través de una pantalla, sino llamar a esa persona especial y crear la nuestra.
Algún día nos daremos cuenta de lo que estamos perdiendo. Algún día, estando sentados en el sofá, cuando ya no podamos salir a correr y saltar porque tengamos demasiados años encima, nos arrepentiremos y nos preguntaremos: ¿por qué no disfruté mi vida en vez de observar la de personajes ficticios en la pantalla de la televisión?
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