Un beso y una flor, como dice la canción. A nadie nos gustan las despedidas, y menos cuando no sabemos la próxima vez que veremos a alguien. Aun así, es más fácil cuando es una persona a la que dices adiós, al menos sabes qué decir o qué hacer, un beso y una flor. Pero, ¿cómo te despides de un país? ¿Cómo dices adiós a un lugar tan inmenso que no recibe abrazos? Aún sigo pensando cómo decir adiós, a menos de cinco horas de abandonarlo hasta no sé cuándo, aún sigo pensando cómo decir adiós a Suecia. Cómo acotumbrarme a no ver palabras con tantas consonantes; cómo decir adiós a sus letras con puntitos o con circulitos sobre las vocales; cómo decir adiós a las señales con advertencia de renos; a sus días con lluvia por la mañana y sol por la tarde; a sus noches eternas seguidos de sus días sin noches; a su gente fuera de todo estereotipo; a su WiFi gratis en todas partes; a su naturaleza; cómo decir adiós a pasear por un lago helado; a sus hogueras o a sus ruidos en la noche; cómo decir adiós a ver el sol a las 3 de la mañana o desearlo más que a nada a las 3 de la tarde; cómo decir adiós a un país que me ha dado 5 meses de la mejor experiencia de mi vida.
Como muchas otras cosas que tampoco sé hacer, no sé decir adiós, no sé despedirme de un país, no encuentro más solución que, como siempre, plasmarlo en palabras, palabras desordenadas como sentimientos desordenados, como pensamientos descolocados. Así que así me voy a despedir, sin decir adiós, sin promesas de volveré, sin lágrimas, sin abrazos a la nada, sino con palabras. Con palabras de recuerdos, de pensamientos, de cosas que espero no olvidar nunca.
Gracias Suecia, por no dejarte abrazar, sino por abrazarme cada día con cada brisa mañanera.
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