viernes, 11 de marzo de 2016

Nuestro hogar no es un lugar (Suecia 03)

Qué bien se está cuando se está bien. Y qué bien sienta tener algo de casa cuando estás tan lejos de ella. Y cuando digo "algo" quiero decir "alguien". Completé un mes de febrero con sorpresas demasiado buenas y con demasiado frío. Y es que da igual las sospechas que tengas de que va a pasar algo que cuando de verdad pasa no solo llena tus expectativas sino que las hace rebosar. Gracias por aquellos escasos dos días rodeadas de nieve y recibiendo los abrazos y sonrisas que ya vuelvo a echar de menos. 
Y luego llega alguien a quien ves demasiado mayor, y con el que te das cuenta de que tú también eres ya demasiado mayor, y te das cuenta en esos pocos días viviendo con tu hermano en una habitación de residencia de estudiantes a miles de kilómetros de donde deberíais estar, en esos días te das cuenta de que sois mayores, y que nunca volverás a vivir con él. No habrá peleas por el sitio en el sofá, por el mando de la televisión, por quién usaba el ordenador después de comer cuando los dos lo queríais (sí, aunque parezca increíble, antes solo había un ordenador en casa); el caso, que ya no habrá más convivencia de hermanos, que las cosas han cambiado.
Continúa febrero, un mes que parece corto pero cunde mucho, será por ese día 29 que ha decidido aparecer este año. Qué bonitos los días 29 de febrero, qué sencillos, que racionales, lógicos y científicos y sin embargo qué bonitos y misteriosos, y qué ilusión me hacían cuando eran pequeña, y qué pena me da que este año ni siquiera me di cuenta de que era bisiesto hasta que me encontré con un 29 de febrero. Pues este febrero corto pero intenso lo cerramos con una aventura más en esta mayor aventura que es el Erasmus. Un viaje en tren, una ciudad nueva y unas habitaciones de hostal con 7 países que se han convertido en personas para hacerse mis amigas en estos meses. Gotemburgo, Göteborg o Gothemburg; y así me doy cuenta que vaya manía tenemos con traducir todo, hasta los nombres propios. Una bonita ciudad, un bonito paseo en barco por un bonito atardecer en unas islas. 
Y luego, sin que te des cuenta estás en Marzo, en el mes de la "primavera", un mes que queda inaugurado por una buena nevada y grados por debajo de cero. Según bajaban los copos de las nubes, su mensaje parecía ser: Bienvenida a Suecia, aquí la primavera llega un poco más tarde. Pero qué alegría da saber que el sol no piensa lo mismo, que media hora más de luz se nota tanto, que a las 7 de la tarde todavía veas resquicios de luz (no de sol). Y aunque parece que aquí el frío tarda más en irse y que a la nieve le gusta quedarse, el sol sigue saliendo todos los días luchando por colarse entre las nubes que algunas mañanas se resisten a dejarle pasar. 
Y así llego a los dos meses de mi estancia, y te das cuenta de que tus sentimientos son contradictorios todo el tiempo: esa sensación contradictoria de que llevo aquí mucho más y a la vez parece que llegué ayer; esas ganas de que esto dure para siempre y a la vez de volver a casa; ese sentimiento de echar de menos y a la vez de independencia requerida.
Pasen dos meses o dos años, salga el sol o no, haga frío o calor, esté a mil kilómetros o a siete mil, hay algo que nunca va a cambiar, algo que siempre se sentirá igual: nuestro hogar no es un lugar, nuestro hogar es donde están las personas a las que amamos. 

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