Si me hubieran preguntado hace 3 días si era adicta al WhatsApp probablemente habría contestado que quizá un poco. Quizá "adicta" no sea la palabra, pero es verdad que, como nos pasa a la mayoría, miro el móvil a menudo, me extraño si no tengo mensajes en unas horas, no me gusta que no me respondan, odio el tick azul y yo también sé ignorar los grupos. Aunque somos "adictos" a mucho más que al WhatsApp, tenemos mucho más en nuestros smartphones, redes sociales, juegos, fotos, etc.
El caso es que llevo dos días sin móvil, bueno, sin un smartphone. Puse mi tarjeta SIM en un móvil antiguo, he podido llamar si lo he necesitado y de una manera u otra me he podido comunicar con quien he querido. Ha sido fin de semana y no he tenido que encerrarme en casa porque no me enterara de los planes. Con esto no digo que ahora sea sueper concienciada y que no sea necesario el WhatsApp, porque a mí también me gusta, pero me he dado cuenta de que en realidad no soy "adicta" al WhatsApp, en todo caso soy "adicta" a las personas con las que hablo. Gracias a las llamadas y al chat de Facebook he podido hablar con quien de verdad tenía que hablar y lo demás no lo he necesitado. Lo tenemos siempre tan a mano y tan disponible que creemos que si nos lo quitaran no podríamos estar tranquilos. Lo cierto es que lo necesitamos sí, pero menos de lo que creemos. Posiblemente en estos dos días habría enviado varias fotos innecesarias con comentarios que me podía ahorrar. Y cuando recupere WhatsApp tendré muchos cientos de mensajes de dos días de desconexión.
Creo que a partir de ahora tardaré más todavía en responderos, lo siento, pero me he dado cuenta de que si nadie me ha llamado porque se estaba muriendo es que ninguno de los cientos de mensajes que recibiré eran tan urgentes como nos pensamos normalmente que son.
El caso es que llevo dos días sin móvil, bueno, sin un smartphone. Puse mi tarjeta SIM en un móvil antiguo, he podido llamar si lo he necesitado y de una manera u otra me he podido comunicar con quien he querido. Ha sido fin de semana y no he tenido que encerrarme en casa porque no me enterara de los planes. Con esto no digo que ahora sea sueper concienciada y que no sea necesario el WhatsApp, porque a mí también me gusta, pero me he dado cuenta de que en realidad no soy "adicta" al WhatsApp, en todo caso soy "adicta" a las personas con las que hablo. Gracias a las llamadas y al chat de Facebook he podido hablar con quien de verdad tenía que hablar y lo demás no lo he necesitado. Lo tenemos siempre tan a mano y tan disponible que creemos que si nos lo quitaran no podríamos estar tranquilos. Lo cierto es que lo necesitamos sí, pero menos de lo que creemos. Posiblemente en estos dos días habría enviado varias fotos innecesarias con comentarios que me podía ahorrar. Y cuando recupere WhatsApp tendré muchos cientos de mensajes de dos días de desconexión.
Creo que a partir de ahora tardaré más todavía en responderos, lo siento, pero me he dado cuenta de que si nadie me ha llamado porque se estaba muriendo es que ninguno de los cientos de mensajes que recibiré eran tan urgentes como nos pensamos normalmente que son.
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