Yo me
despierto en una ciudad a las afueras de Madrid, cuando subo la persiana puedo
ver campo y montañas, algo que la gente del centro tiene más difícil. No tengo
problemas para encontrar desayuno, lo tengo tan fácil como abrir la puerta del
frigorífico. Aunque ya llega la primavera, todavía hace frío por las mañanas,
me abrigo bien y me dispongo a ir a la Universidad. Para mí es posible cursar
estudios superiores, aun siendo mujer, aun siendo algo cara la Universidad, y
no solo eso, además puedo estudiar lo que quiero. De camino a la Universidad en
el metro me doy cuenta que hace ya rato dejamos el campo atrás. Metros por
encima de mí solo se alzan edificios altos y mucho tráfico provocando este aire
contaminado que respiramos. En clase puedo disfrutar de conexión a Internet y
casi un ordenador para cada alumno. Todos los días después de la Universidad
puedo ir a estudiar inglés en una academia y a jugar a voleibol en un club
cercano a mi casa. Dispongo de todas las facilidades que necesito y aun así hay
días que me quejo, hay días en los que lloro y tengo problemas. Problemas del
primer mundo.
Ahora
imagino la vida de otras personas, niñas que se levantarán cada día con la
salida del sol porque su casa no es de cemento, niñas que tendrán que andar
kilómetros para conseguir agua o para ir a la escuela, en el caso de que siendo
mujeres no se queden en casa y puedan estudiar. Niños que mueren cada día de
hambre en el mundo mientras nosotros nos compramos otro coche porque el anterior
se nos ha quedado pequeño. Mientras nosotros contaminamos nuestro aire hay
personas en el mundo luchando por respirar. Mientras unos cobran 1 euro al día
fabricando cosas de forma masiva y otros las compran, hay unas terceras
personas que se enriquecen con toda esa miseria. Para que nosotros compremos
barato otras personas trabajan durante más de 12 horas seguidas.
Claro
que siempre hay alguien por encima, esa gente que tiene millones, que con solo
una parte de su sueldo se abastecería con comida a millones de personas. Y es
que la riqueza n el mundo está muy mal repartida. Los que son ricos en
naturaleza no tienen recursos para explotarla, entonces los que tienen recursos
van y no solo explotan la tierra sino que explotan también a su gente y se
aprovechan de ellos.
Qué
pasa con los preciosos parajes naturales que estamos destrozando, qué ocurre
con los boques que estamos quemando. Estamos quemando vidas, estamos quemando
cientos de especies animales que viven entre sus árboles. Ahora una ardilla no
podría cruzar España de árbol en árbol, podría cruzar Europa entera de coche en
coche.
Si se
nos rompe el móvil, compramos otro; si se nos estropea la lavadora, compramos
otra; si nos rayan el coche, lo pintamos; si se nos gasta la pintura, compramos
más; ¿sabéis el problema? No podemos comprar otro planeta si destrozamos este,
no tenemos otro mundo si este se nos gasta. No pensamos lo que hacemos porque
pensamos que siempre tiene solución, creamos los problemas pensando que ya
encontraremos la solución, en vez de intentar no crear problemas. Y este
problema tiene difícil solución, porque como no nos concienciemos de que el
planeta se nos muere, le enterraremos antes de lo que quisiéramos, y nosotros
iremos con él.
Este
mundo que habitamos es un planeta singular, es un lugar tan dispar que no lo
sabemos aprovechar. Como se dice siempre cuando vas a un lugar, deja todo tan
igual que no se note que has estado. No deberíamos tratarlo como una herencia
de nuestros padres, sino como un regalo para nuestros nietos.